Mons. José Roberto Ospina Leongómez nació el 20 de marzo de 1947, en el municipio de San Miguel de Sema, Departamento de Boyacá y Diócesis de Chiquinquirá.
Este eclesiástico cursó sus estudios primarios en el Colegio del Niño Jesús, en Bogotá y a partir de quinto elemental, en el año 1958, ingresó al instituto “Tihamer Toth” en donde se graduó de bachiller en 1964. De allí pasó a la Pontificia Universidad Javeriana, donde obtuvo la licenciatura en Filosofía (1965-1967). Allí mismo cursó el primer año de teología (1969) y concluyó el ciclo institucional teológico en el Seminario Mayor de San José de Bogotá (1970-1972). Perfeccionó sus estudios en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, en donde se Licenció en Ciencias Bíblicas (1977-1980).
Fue ordenado Presbítero el 29 de noviembre de 1972, incardinándose en la Arquidiócesis de Bogotá, como miembro del Instituto de “Jesús Adolescente”.
Fue nombrado Obispo Auxiliar de Bogotá por SS. Juan Pablo II y su consagración episcopal fue el 29 de mayo de 2004.
A lo largo de su ministerio sacerdotal Monseñor ha ejercido los siguientes cargos:
1. Vicario Parroquial Fómeque, municipio de Cundinamarca (1973)
2. Vicario Parroquial de San Roberto Belarmino (Ciudad Kennedy) (1973)
3. Vicario Parroquial de Nuestra Señora de Lourdes (Chapinero) (1974-1975)
4. Formador del Seminario Menor de Bogotá (1976-1977)
5. Formador del Seminario Mayor de Bogotá (1981-1986)
6. Director del Instituto “Jesús Adolescente” (1997-2001)
7. Profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor de Bogotá (1981-hasta hoy)
8. Delegado para la Pastoral Educativa en los Colegios del Norte de Bogotá (1987-1998).
9. Vicario Episcopal de la Zona Pastoral del Espíritu Santo (1999-2000)
10. Vicario Episcopal de Formación Sacerdotal (2001-hasta hoy)
11. Rector del Seminario Mayor de San José de la Arquidiócesis de Bogotá (2001-2004)
12. Vicario Episcopal de la Zona Pastoral de San Pedro (2004-hasta hoy)
POR QUÉ JESÚS DE NAZARET TRANSFORMÓ MI VIDA?
José Roberto Ospina Leongómez
Rector del Seminario Mayor de Bogotá
19 de marzo de 2004
Soy sacerdote católico y deseo compartir con ustedes qué pasó en mi vida para que escogiera este camino.
Nunca de niño pensé en ser sacerdote. Como cualquier niño y después como cualquier joven, soñaba con una profesión, con un matrimonio, con unos hijos, con una vida común y corriente. Pero tuve la fortuna de conocer unos sacerdotes que gastaban su vida, cada día, por sus alumnos con total dedicación, alegría y entrega.
Este testimonio empezó a cuestionarme: ¿Por qué hacen lo que hacen? ¿Por qué son tan generosos con su tiempo, con sus cosas, con lo poco que ganan? ¿De dónde sacan esa fuerza, ese entusiasmo, esa pasión y esa capacidad de transmitir vida, optimismo, esperanza, fe y amor?
Fue allí cuando empecé a conocer a Jesús de Nazaret...
Me parecía imposible que un hombre de una región despreciada por la capital, como era la Galilea de los gentiles, es decir, de los paganos, que pasó desapercibido treinta años, que predicó sólo tres años y cuya predicación es toda una contravía hasta el día de hoy, que terminó traicionado y abandonado por sus “amigos”, y negado por aquel que sería la cabeza de su comunidad, pudiera cambiar la historia, habiendo sido condenado a muerte y crucificado como un malhechor. No es posible que alguien pueda partir la historia en dos, antes de él y después de él, con este perfil. Entonces, ¿por qué sucedió eso? ¿Por qué hay personas que lo siguen y son capaces de creer en él?
Empecé a acercarme al evangelio y a leer sus parábolas, y encontré allí la mente concreta y clara del campesino, la picardía de quien ha contemplado la vida y es capaz de plasmarla en comparaciones e imágenes; asistí a las discusiones con los judíos de su época y me asombré de la profundidad de su pensamiento para desvelar las dobles intenciones, cuestionar sobre la hipocresía y la superficialidad de la religión que se queda en el culto pero que no transforma la vida ni compromete en la justicia y la caridad; empecé a confrontar sus enseñanzas con los criterios que yo tenía y que el ambiente me daba, y allí me sentí profundamente cuestionado pues era una enseñanza poco atractiva por lo opuesta a todo criterio humano: por ejemplo, ¿cómo que para ser grande uno debe bajar y si quiere ser el primero debe ser el último y el esclavo de todos? ¿Por qué si todo el mundo exalta al que tiene plata y es rico, El bendice al pobre y propone como ideal el desprendimiento? Que haya que perdonar setenta veces siete, en lugar de vengarse o desquitarse o sacarse el clavo, como decimos, ¿no es un “una locura”? Los seres humanos hemos sido muy débiles en cuestión sexual y Jesús se atreve a decir que quien mira a una mujer para desearla, ya adulteró con ella en su corazón, y además propone el celibato por el Reino de los Cielos, lo cual es equivalente a ser eunuco voluntariamente, como camino de libertad para poder darse y dar todo de si sin que nada ni nadie le impida esta entrega. Propone el amor a los enemigos, la misericordia y la compasión para con el pecador, para con todo el que nos ofenda...en fin, su enseñanza es desconcertante. Pero me sorprendió que El vivía lo que predicaba, que no proponía algo que no estuviera dispuesto a vivir y a respaldar hasta con su muerte...hay que ver su actitud hacia los rechazados y marginados por la sociedad, hacia los enfermos y hacia los pecadores, hacia los niños y los pobres...Cómo fue capaz disculpar y de pedir perdón por los que lo habían crucificado e insultado..Fui rumiando uno y otro pasaje, leí una y otra vez los signos y prodigios que El hizo...en fin, me conmoví hasta lo más profundo de mi ser con los relatos de la pasión...
Además constaté que al final de cada uno de los evangelios se habla de la resurrección de Jesús y me pregunté si no estaría allí la clave para entender el porqué el carpintero e hijo del carpintero había transformado a tanta gente de todas las culturas y durante los veinte siglos de existencia del cristianismo; El está vivo, me repetía una y otra vez. El está vivo, no está muerto. A partir de entonces, comencé a entender que lo cristianos creemos en alguien que tiene la fuerza para seducir, para deshacer los planes personales y comprometer en un proyecto común, para fascinar desde esa enseñanza y desde su ejemplo de vida, desde su aparente fracaso en la cruz; digo aparente fracaso, porque el Padre Celestial lo resucitó confirmando con esto que su enseñanza es sólida, que no es mentira, que quien la viva y la practique experimentará la presencia de Jesús, Dios hecho hombre.
Fue para mí un cambio total de enfoque. Desde entonces se abrieron los ojos del alma y vi un horizonte diferente de realización. Me lancé a la aventura de creerle y aquí me tienen...soy sacerdote católico con treinta y un años de vida ministerial, felizmente vividos y plenamente realizado.